¿Puede que tu hijo sufra soledad?

Soledad Infantil
20 Mar, 2017

¿Puede que tu hijo sufra soledad?

La soledad se ha convertido en una peligrosa “enfermedad” que asola a nuestra sociedad. La soledad a la que me refiero no es la que buscamos y disfrutamos cuando queremos estar con un buen libro, escuchar música o ir al cine solos. Sino a la “impuesta”, a la que se siente cuando uno cree que no tiene a nadie o que no le importa a nadie, o que nadie le escucha.

Estamos rodeados continuamente de personas (en la calle, el trabajo, el gimnasio, el supermercado,…), pero nos sentimos solos. Nos encontramos en la era de las comunicaciones inmediatas (miramos continuamente el móvil para chatear), pero hay gente que se siente sola.

Para sentir esta amarga soledad no es necesario vivir solo, ser el típico solterón o solterona o viudo/a en el que pensamos cuando nos dicen que hay gente deprimida porque se siente sola. Hay gente que viviendo con su familia y rodeada de sus seres queridos, no se sienten queridos o sienten que realmente están solos.

Los niños/as y adolescentes no son una excepción a esta “epidemia” del siglo XXI. Nuestros menores pasan mucho tiempo solos en casa debido a los horarios laborales de sus progenitores y a que las familias cada vez están formadas por menos miembros.

Llegan del colegio o del instituto y sustituyen las actividades y juegos compartidos con sus amigos y familia por la televisión, los móviles, las tablets y los videojuegos.

“Los niños se están habituando a crecer sin hermanos con los que compararse y muchas veces no existe tampoco la figura de referencia del abuelo, que ofrece la seguridad de la experiencia”, explica Armido Rubino, presidente de la asociación “Europredriatics 2000”.

Un altísimo porcentaje de menores no ven a sus padres en toda la tarde. Con estos horarios, tampoco es demasiado extraño que los niños más mayores coman solos en casa o incluso cenen pues sus padres están trabajando.

Algo está fallando en nuestra forma de vivir para que nuestros hijos se sientan solos incluso cuando nos tienen físicamente con ellos. Apenas interactuamos con ellos, no jugamos con ellos, no vemos la televisión con ellos para explicar y comentar lo que se ve, no les preguntamos ni escuchamos sus problemas o lo que han vivido ese día en la escuela.

La causa no es solo la escasa o nula conciliación laboral/familiar que sufrimos en España, también la podemos encontrar en el cambio de valores que ha sufrido nuestra sociedad en las últimas décadas. Despreciamos y ridiculizamos la capacidad de esfuerzo, de frustración, el poner límites, la disciplina,… Sin embargo, valoramos la inmediatez, el “dejar hacer”, ya que nos sentimos culpables por no pasar el tiempo suficiente con nuestros hijos, les damos casi todo lo que piden en el momento que lo desean.

Deberíamos ir cambiando el ritmo tan rápido de vida que llevamos. Tenemos que vivir más despacio para atender el ritmo de nuestros pequeños, para estar presentes en sus vidas, en su educación. ¡Para darnos cuenta de que se sienten solos!

Si no disponemos de tiempo para atender a nuestros hijos, al menos, tengamos tiempo de calidad con ellos. ¡Hagámos que se sientan queridos, escuchados y protegidos por sus padres, no por los caprichos materiales que les compramos!

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